Diciembre. Las calles se iluminan, huele a castañas asadas y el ambiente vibra con villancicos y reencuentros. Para nosotras, las personas, puede ser una época mágica (o estresante, según se mire). Pero, ¿te has parado a pensar alguna vez cómo lo vive tu compañero canino?
De repente, su ruta habitual se ha convertido en una pista de obstáculos. Luces que parpadean, petardos esporádicos, aglomeraciones de gente que invaden su espacio personal y un ruido de fondo constante. Si has notado que en las últimas semanas tu perro tira más de la correa, ladra a cosas que antes ignoraba o simplemente parece incapaz de gestionar el paseo… respira hondo. No es culpa tuya, y desde luego, no es culpa suya.

La sobreestimulación: cuando el vaso rebosa
Imagínate que la perra tiene un «vaso de estrés» interno. Durante el año, ese vaso se va llenando y vaciando con las experiencias del día a día. Pero en Navidad, el entorno vierte agua en ese vaso a manguerazos.
Lo que ocurre es una pura cuestión de sobreestimulación sensorial. Sus sentidos están bombardeados. Para ella, ese Papá Noel gigante que se hincha y deshincha no es decoración; es una amenaza potencial. Ese grupo de niños gritando con bengalas no es alegría; es imprevisibilidad.
Me estremece pensar en cuántos «educadores» de la vieja escuela recomendarían dar un tirón de correa o corregir al animal en estos momentos. ¡Error! Si tu compañera tiene miedo o está superada, ¿de verdad crees que castigarla hará que se sienta más segura? Al contrario: solo añadiremos dolor a su ansiedad. Lo que necesita ahora mismo es tu empatía, tu calma y que seas su puerto seguro en medio de la tormenta.
3 Estrategias de supervivencia para el paseo navideño
No podemos apagar las luces de la ciudad, pero sí podemos cambiar cómo nos movemos por ella. Aquí tienes tres claves para que el perro (y tú) recuperéis la paz en vuestras salidas:
1. Cambia el «cuándo»: horarios estratégicos
Sé que a veces es difícil por el trabajo, pero intenta evitar las horas punta. Salir a pasear cuando las calles están a rebosar es una receta para el desastre. Busca los momentos de tregua: a primera hora de la mañana o justo a la hora de comer, cuando las calles se vacían un poco. Tu perro agradecerá ese silencio para poder olfatear sin tener que estar en alerta constante.
2. Cambia el «dónde»: rutas de descompresión
¿Es necesario cruzar la avenida principal llena de luces LED? Probablemente no. Durante estas semanas, sacrifica la distancia por la calidad. Busca parques traseros, calles secundarias menos iluminadas o, si puedes, coge el coche y vete a una zona natural o un polígono tranquilo. El objetivo no es cansarla físicamente, sino que su mente descanse de la sobrecarga urbana.
3. Herramientas y manejo: conexión, no corrección
Olvida las correas cortas y tensas que transmiten tu propia tensión. Usa una correa larga (de 3 a 5 metros) que le dé libertad de movimiento y opción de gestión. Si se asusta por un petardo o una multitud:
- No le riñas.
- No le fuerces a acercarse para que «vea que no pasa nada».
- Aumenta la distancia, háblale con tono suave y salid de esa situación con calma.

¿Sientes que te falta técnica en la calle?
Leer sobre ello es el primer paso, pero sé perfectamente que cuando estás ahí fuera, con el perro tirando porque se ha asustado de un adorno navideño, la teoría se nos olvida. La gestión de la correa y la lectura del entorno son artes que se aprenden practicando.
Si quieres que te ayudemos a «leer» mejor la calle, a manejar la correa con suavidad y a entender qué te está diciendo tu perro en cada momento, tenemos una oportunidad única antes de que cierres el año.
¡Apúntame al Taller de Paseo Urbano (14dic)!
Recuerda: la Navidad pasará, pero el vínculo que construyas con tu perro, basado en la confianza y el respeto mutuo, durará toda la vida. Contáctanos si tienes dudas específicas sobre su comportamiento estos días.
¡Felices y tranquilos paseos, familia!


