Se acerca esa noche. Para gran parte del mundo es sinónimo de brindar, fiesta y alegría. Para las que convivimos con animales sensibles al ruido, es sinónimo de angustia. Se nos encoge el estómago con el primer estallido y se nos parte el alma al ver a nuestro compañero temblar, babear o intentar esconderse debajo del sofá.
Si estás leyendo esto con preocupación porque tu perro o gato lo pasa fatal con los cohetes y petardos, quiero que sepas dos cosas: tu angustia es válida y no eres la única. En Sentido Animal entendemos perfectamente que, mientras fuera hay «fiesta», dentro de casa hay una gestión emocional titánica.
Hoy no vamos a hablar de soluciones mágicas (porque no existen a tres días vista), pero sí de una gestión de daños efectiva y respetuosa. Vamos a preparar el botiquín emocional para esta Nochevieja.
Lo primero: ¿Miedo o Fobia?
Es vital distinguir entre ambos para saber a qué nos enfrentamos:
Miedo: es una respuesta adaptativa. La perra se asusta con el estruendo, se pone alerta, quizás busca refugio, pero cuando el ruido cesa, es capaz de recuperar la calma relativamente rápido.
Fobia: es un pánico irracional y desproporcionado. El animal pierde el control: intenta huir a la desesperada (riesgo de fuga), se orina encima, destroza puertas, jadea compulsivamente o se queda paralizado (congelado). Aquí, el sufrimiento es extremo y requiere ayuda profesional urgente.
El mito que me hierve la sangre: «Ignóralo para no reforzar el miedo»
Por favor, grabad esto a fuego: EL MIEDO NO SE REFUERZA, SE ACOMPAÑA.
Todavía escucho consejos de la vieja escuela diciendo que si acaricias a tu perro cuando tiene miedo, «le estás diciendo que hace bien en tener miedo». Falso. Científicamente incorrecto y emocionalmente cruel.
Si tú tienes un ataque de pánico porque crees que el mundo se acaba, y tu pareja te ignora mirando el móvil, ¿te calmas? No, te sientes más sola e insegura. Tu perro necesita saber que eres su base segura. Si busca contacto, dáselo. Si quiere subirse encima, permíteselo. Tu calma y tu cariño son su único salvavidas en ese momento.
Protocolo de Emergencia: Tu Búnker de Calma
Como ya no tenemos tiempo para una desensibilización progresiva (eso es trabajo de meses), vamos a centrarnos en minimizar el impacto ambiental:
1. El Refugio Aislante Prepara la habitación más interior de la casa. Baja persianas a tope (el destello de luz también asusta) y cierra ventanas. Crea una «cueva» con mantas pesadas sobre una mesa o transportín abierto si le gusta. Cuantas más capas entre el ruido y ella, mejor.
2. Enmascaramiento auditivo No dejes la casa en silencio. Pon música clásica, reggae (tienen ritmos que suelen calmarles) o ruido blanco a un volumen considerable. El objetivo es «amortiguar» los picos de sonido de los petardos.
3. Propiocepción y Masticación (si es posible) Si el nivel de estrés no es máximo y acepta comida, ofrécele mordedores duros o Lickimats. Masticar y lamer libera endorfinas. Si está demasiado bloqueado para comer, no le fuerces.
Esto es un parche, no la cura
Sobrevivir a esta Nochevieja es el objetivo inmediato, pero no podemos vivir así cada año. El miedo a los ruidos tiende a empeorar con la edad si no se trata. La generalización es peligrosa: hoy son petardos, mañana es una tormenta y pasado es el ruido de un camión.
En Sentido Animal trabajamos la Modificación de Conducta desde la base: entendiendo la emoción del perro, cambiando su percepción del ruido y dándoos herramientas de gestión reales. No se trata de «adiestrar» para que no se mueva, se trata de sanar esa emoción.
Si esta Navidad ves sufrir a tu compañero, hazte una promesa: «En 2026 nos ocuparemos de esto de verdad».
Únete a La Tribu y accede a la Masterclass de Convivencia
Mucha fuerza, mucha paciencia y todo nuestro apoyo para estas noches difíciles. Estamos con vosotros.


