Ya está aquí. La fecha en el calendario que te provoca una mezcla de ilusión y taquicardia. Visualizas la escena: suena el timbre, llega toda la familia, los abrigos se amontonan, las niñas y niños corren y, en medio de todo eso… tu perro.
¿Saltará sobre la tía abuela con sus patas llenas de barro? ¿Le robará el jamón al primo despistado? ¿O se pasará la noche ladrando histérico ante tanta invasión? Si se te hace un nudo en el estómago sólo de pensarlo, quiero decirte algo importante: no estás sola.
La Navidad es una prueba de fuego para la convivencia. Cambiamos sus rutinas, llenamos su territorio de extraños y esperamos que se comporten como «soldaditos». Pero tu compañera canina no es un mueble; es un ser sintiente que también se estresa. Hoy vamos a respirar hondo y a preparar un plan para que la Nochebuena no se convierta en una «Noche de Pesadilla».
Gestión humana: el verdadero reto
Seamos sinceras: a veces el problema no es el perro, son las visitas. Y aquí entra en juego la figura mítica de las cenas navideñas: «El Cuñado» (o la tía, o el amigo que «sabe mucho de perros»).
Seguro que te suenan frases como: «Lo que le pasa es que te tiene dominada», «Si fuera mío ya verías tú…», «¿Por qué no le dejas comer un poco de turrón?».
Me estremece pensar cuántos progresos en educación canina se han ido al traste por la presión social en una cena. Aquí tienes tu protocolo de defensa:
- Instrucciones claras antes de entrar: advierte a las visitas antes de abrir la puerta. «Por favor, no toquéis a la perra si está en su cama» o «Ignoradla si salta».
- Sé su abogada: si alguien intenta molestar a tu perro o darle comida prohibida, intervén con firmeza y educación. «Te agradezco el consejo, pero estamos trabajando con un educador profesional y seguimos sus pautas». Punto.
- La comida es sagrada: evita accidentes. Si hay picoteo en mesas bajas, la tentación será irresistible. O supervisas al 100% o la llevas a su Zona Segura con su propio premio. No le pidas a un depredador oportunista que ignore un langostino a la altura de su nariz.
No tienes que hacerlo sola
La teoría está muy bien, pero la realidad es que gestionar la convivencia, las emociones de tu perro y las opiniones de tu familia es agotador. A veces, lo que necesitas no es sólo un consejo, sino una tribu que te entienda, te valide y te diga: «Lo estás haciendo bien».
En nuestra comunidad, profundizamos mes a mes en estos retos. Porque educar no es solo enseñar a sentarse; es aprender a vivir juntas respetando la naturaleza de cada una.
El concepto salvavidas: la zona segura
El error más común es pensar que el perra tiene que estar en medio del salón todo el tiempo para «participar». A menudo, esto es una condena al estrés. Imagina que te obligan a estar en una fiesta ruidosa donde la gente te toca la cara sin parar y no entiendes el idioma. Agobiante, ¿verdad?
Para evitar esto, crearemos una Zona Segura. No es un castigo; es un refugio VIP.
¿Cómo se monta este búnker de calma?
- Ubicación: una habitación tranquila, lejos del tránsito principal (cocina/salón).
- Asociación positiva: no le encierres cuando ya esté nerviosa. Invítala a entrar con algo delicioso antes de que llegue el caos.
- La herramienta mágica: masticación. Un hueso recreativo, un Kong relleno o una alfombra de olfato. Masticar y lamer son ansiolíticos naturales que le ayudarán a gestionar sus emociones mientras fuera reina el jolgorio.
Si tu perro decide salir a saludar, genial. Pero si ves que se lame el hocico compulsivamente, jadea o baja la cola, sé su guía y acompáñalo amablemente a su zona segura. Proteger su descanso es el mayor acto de amor que puedes hacer esa noche.
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Esta Navidad, regálate tranquilidad y regálale a tu perrete comprensión. Si tu perra acaba la noche durmiendo tranquila en su cama, habrás ganado, diga lo que diga tu cuñado.
¡Felices fiestas, familia!


