Si nunca hemos tenido problemas con esto, puede hacerse difícil imaginar el problema que supone cada vez que necesitamos meter al perro en el vehículo, problema que se hace más grande cuanto más grande es el tamaño del perro… Hay varios precedentes que pueden originar que el perro no quiera saltar dentro de los asientos cada vez que tenemos que irnos con él a algún sitio. En su mayoría:
- Ha tenido una mala experiencia cuando se ha metido al coche la primera vez o en algún momento anterior. Desde haberse golpeado con la puerta a que nosotros mismos le hayamos obligado físicamente a meterse cuando no estaba preparado.
- Quizá el problema ha sido una vez que el perro está dentro del coche: vaivenes, mareos, poca movilidad, algún frenazo o ruido inesperado, e incluso sus responsables gritándole desde la parte de delante que se mantenga quieto y en su sitio…
- El coche no le gusta, simplemente. Huele diferente, se siente intimidado por la red, el transportín o la correa, no tiene una manta o colchón donde sentirse cómodo, hay extraños que pasan muy cerca de las ventanillas o pasa mucho calor o mucho frío.